La primera gran presentación de Messi ante los ojos del mundo
El astro argentino tuvo un Mundial Sub 20 dorado que marcó el inicio en la Selección de un camino inolvidable.
Mucho antes de la gloria eterna en Qatar 2022, Lionel Messi tuvo un desempeño muy similar en una Copa del Mundo pero en este caso en un Sub 20. Genio y figura, fue clave para que Argentina se consagre campeón juvenil en Holanda 2005 con una actuación inolvidable.
La Pulga empezó a sonar fuerte en Cataluña a puro deslumbramiento en las formativas del FC Barcelona y en Argentina pararon las antenas ante un posible robo por parte de España de esa joya incipiente.
Por eso, desde AFA armaron un partido relámpago para blindar al delantero. Fue ante Paraguay un 29 de junio de 2004. Leo jugó con el número 17 en la espalda, hizo el séptimo gol de un abultado 8 a 0 y entregó dos asistencias.
Acto seguido, el Sudamericano en Colombia clasificatorio para el Mundial de Holanda 2005 marcaría el comienzo formal de un camino dorado vestido de argentino. Messi fue parte del plantel albiceleste que clasificó en el tercer lugar del hexagonal, y si bien hizo tres goles en primera fase, en la etapa final no pudo gritar.
El Mundial juvenil de Holanda fue su presentación ante los ojos del mundo. Ese desfachatado argentino del que hablaba media España abriéndose paso con su país, que de chico tuvo que dejar para que algunas miles de pesetas puedan cubrir su tratamiento de crecimiento.
Pancho Ferraro, entrenador de aquél seleccionado, lo mandó al banco de suplentes en el debut ante Estados Unidos. Con el tanteador 0-1, la Pulga saltó a la cancha con el 18 en la espalda (sí, el 10 era Pato Pérez, de Vélez) pero no pudo torcer la historia.
Esos minutos le alcanzaron para meterse en el equipo titular para no salir nunca más. Suelto y con libertades para moverse por todo el frente de ataque y con Oberman de referencia de área, Leo arrancó con su show.
Hizo el primer gol de Argentina en el certamen bien de nueve, poniendo el botín zurdo a un milimétrico centro de la derecha de Barroso. Sus gambetas y ese pique corto tan característico de sus primeros años empezaron a ser parte de su abanico de variantes. Argentina ganó 2 a 0 y calmó los ánimos tras el debut fallido.
Con Alemania en el cierre de grupo no marcó, pero casi. En un pique en ataque casi que lo corrió a Zabaleta para que le deje la pelota, encaró y le sirvió el tanto a Neri Cardozo para conseguir el único gol del partido.
En octavos de final, Lionel Messi ya empezaba a ser. Por eso la favorita Colombia tomó nota y lo blindó con doble marca. Lo perdía Argentina por el tanto de Otávola pero Leo frotó la lámpara: salto al patadón de Harrison Morales que no llega al cierre y bomba de zurda al primer palo para empatar un partido que terminaría en triunfo por la conquista de Barroso.
El morbo apareció en cuartos de final. España, su segunda casa y otro aspirante a la corona estaba enfrente. En la previa, los medios europeos destacaban que en el Viejo Continente le habían dado la oportunidad que en Argentina no para descolocarlo. Nada de eso ocurrió.
La Pulga fue clave marcando el tercero de la victoria tres a uno, quizás, el más característico tanto de Leo del torneo, de los varios que hizo en Barcelona: entrando por la derecha y definiendo de borde interno cruzado ante los ojos de su amigo Fábregas.
En penúltimo escalón a la gloria fue más que especial. Enfrente, Brasil, el rival acérrimo que no conoce de domicilios en el DNI. Para el Messi erradicado en Barcelona ganarle a los primos era un sueño por cumplir por más de vivir a un océano de distancia.
El duelo fue una final anticipada, con pierna fuerte y típico del derby sudamericano. Ferraro lo cambió de banda y La Pulga hizo el mejor gol de su excelente torneo. Corrida de derecha a izquierda (otro movimiento caractarístico) y bomba al ángulo del primer palo. Golazo, golón y la boca bien abierta para gritárselo a todos.
En la gran final, Nigeria, el cuco de la categoría juvenil y todo ese mito de los jugadores más grandes anotados fuera de término. Leo Messi, con frialdad de los distintos, ejecutó dos penales con su sello que tantas veces demostró en su dorada carrera. La definición, sutil, el arquero Vanzekin no sale ni en la foto y la pelota que muere mansa en el fondo de la red.
Dos goles en una final del mundo, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. Para armar un camino que con la línea del tiempo activada dirá que luego vendría un Juego Olímpico, una Copa América y la frutilla del postre en siendo otra vez el mejor del planeta. El final es donde partió.