Salvador Cabañas: "Fui al cielo y hablé con Dios"
Salvador Cabañas: "Fui al cielo y hablé con Dios"
Hace poco más de 11 años, el mundo del fútbol se estremecía por un fatídico suceso que involucró a uno de los máximos artilleros de la época.
El 25 de enero previo al inicio del Mundial de Sudáfrica 2010, Cabañas se dirigió junto a su ex esposa a la discoteca Bar Bar, situada al sur de la Ciudad de México. Todo marchaba bien, hasta que la muerte golpeó la puerta del baño en el que se hallaba presente el astro del Club América. La muerte tenía nombre y apellido: un tal Jorge Balderas Garza, narcotraficante de Sinaloa.
"Entré al baño y el tipo que estaba a mi lado me empezó a insultar y me dijo: Hoy es tu último día, te voy a matar. Nos estás robando a todos los mexicanos con el dinero que cobras; sacó una pistola y me disparó".
Pasó una semana en salir del coma, 21 días en abandonar la terapia intensiva y cuatro meses en volver a su hogar. Los médicos dudaban que el delantero paraguayo pudiese recuperar la memoria y hasta incluso la capacidad motriz. Pero la vida le daría a Cabañas una nueva oportunidad.
"Cuando me hicieron eso, fui directamente al cielo y hablé con Dios. Me tocó la frente y me dijo: Hijo te falta mucho todavía para venir acá, anda a disfrutar de la vida y ayuda a los que necesitan", declaró Salvador Cabañas Ortega al diario digital depor.com tres años después de ese siniestro disparo en la cabeza que cambiaría su vida por completo.
La terapia perduró por algo más de dos años. Durante su internación, dos países enteros se unieron por una misma razón: la Fe. Mediante vigilias y muestras de apoyo sus compañeros de equipo y fanáticos rezaban por Cabañas. Un jugador que, sin remordimiento hacia su agresor, sólo se enfocaba en un único objetivo: "Volver a jugar y a meter goles". Así se lo comentó durante su estadía en el hospital a Fernando Lugo, por ese entonces presidente de Paraguay.
Con el correr de los años, Cabañas recordó su dolorosa historia cada madrugada a eso de las 4 a.m. Amanecía temprano, no para entrenar, sino para repartir pan a los clientes de su padre en las zonas aledañas a Itagúa, donde vivía junto a su familia. Un trabajo digno que debió emprender junto a sus afectos para salir adelante y que hizo que hoy su pasar económico sea mucho mejor.
Historia de un luchador que, según él mismo sostuvo en una nota con la Agencia de Noticias Francesa AFP, "fui bendecido por Dios para volver a vivir".