Selección Argentina: Un candidato también debe sufrir
Nueva columna de Ariel Senosiain, del triunfo de Argentina frente a Australia
Argentina merecía ganar, sin dudas, 3-0. La diferencia de jerarquía se había desparramado en la cancha en el segundo tiempo. Incluso cuando Australia llegó a un descuento tan casual como inesperado, debió haber convertido un gol más en el final. Había defendido esos últimos minutos con el corazón de siempre y también con fútbol, con pelota al pie y maniobras colectivas. Sin embargo, no lo sentenció. Llegó con lo justo a esa pelota que bajaba al segundo palo. Al buen control del pibe Guarang Cuol, el keniata que el seleccionado oceánico reclutó. Era su pelota de gloria, más allá de que no era para ganarlo y sí para estirar el suspenso. Pero Argentina tiene un arquero enorme, que se hizo más grande todavía en el achique y se quedó con la victoria debajo de su cuerpo. El que no sufre no tiene premio.
De eso se trata un Mundial. Lo saben equipos que quedaron eliminados y eran (son) superiores a algunos clasificados a octavos: Alemania tiene mayor potencial que Japón, Bélgica posee mejores jugadores que Marruecos y de Uruguay se esperaba más que de Corea del Sur. Una jugada inesperada varía el trámite y esa circunstancia anímica cambia lo que sigue del partido. Una Copa del Mundo tal vez no sea el escenario para medir futbolísticamente a las selecciones sino para saber cómo responden ante los vaivenes que siempre expone este deporte.
Con los resultados en la mano, fue oportuno el golpe inicial ante Arabia Saudita. Nadie podía asegurarlo en ese momento. El equipo debía, como alguna vez les dijo Marcelo Bielsa a sus dirigidos, "tragar veneno". Necesitó de Lionel Messi para abrir la historia contra México. Esta selección depende menos de su capitán. Pero al genio siempre se le agradecerá esos ratos de talento puro y, en este caso nuevamente, el oportunismo para iniciar otra victoria. Messi juega desde hace años sabiendo lo que el mundo aguarda de él. Le pesa menos la presión. Él liberó a sus compañeros con sus goles. Y los compañeros se subieron al tren en marcha.
Fue un segundo tiempo bárbaro de la selección. La jugada del final no debe confundirnos: se insiste, mereció largamente un triunfo holgado. Pero así como se sobrepuso a la adversidad de no poder perder dos partidos seguidos, supo ahora de qué se trata llegar con tensión al final de un encuentro. Otro casillero lleno en el seleccionado: a las individualidades en buen o muy buen nivel y a la convicción colectiva, le agregó hacerse fuerte. Con el corazón, Argentina. Con el corazón en la mano.